Monday, June 15, 2009

Curador

El don de la anacronía

Hace poco, en Argentina una ola de nuevos narradores y otros no tan nuevos involuntariamente les concedió a algunos críticos la oportunidad de actualizar sus discusiones. De la mano de una narrativa influenciada por Internet, los blogs, la crónica, la fusión de géneros se acuñó el concepto sofisticado de literaturas "posautónomas". Según este concepto, la literatura podría no regirse ya por sus leyes internas, estaría perdiendo autorreferencialidad y podría obedecer a nuevos criterios de valoración para adecuarse al presente. Rápidamente, superada por el vértigo mediático, la novedad fue desplazada por una tendencia asociada a la anterior: una presunta literatura del yo.

Curiosamente, esas categorías en juego pasaron a ocupar en varios suplementos culturales el lugar efímero de la noticia, como en otro momento el rótulo de literatura femenina. Esta vez la invención no fue una estrategia de marketing editorial, sino un rapto de sofisticación intelectual. Algo parecía mudar de piel: no la literatura sino la crítica, que abandonaba criterios intrínsecos de valoración -estilo, calidad literaria, etcétera-, y con una terminología extraída de los más recientes estudios culturales intentaba abordar textos híbridos que hablaran la lengua del presente.

Lo cierto es que textos que fuerzan categorías distintas de análisis existen desde hace tiempo -los precursores de la poesía concreta, de la poesía visual, sin ir más lejos, o escritores como Puig, Copi y Aira-. Lo interesante del caso es que la figura del crítico literario, bajo esta innovación, se superpone a la del crítico de arte, ese agente externo a la obra que dirime criterios de valoración circunstanciales. Es un rasgo que puede verificarse a nivel global: el crítico literario en el rol de curador.

No estoy seguro de que en la literatura estas reglas de prestidigitación sean tan efectivas como en el arte contemporáneo. La operación de este tipo de crítico consistiría en fundar la ilusión de movimiento y verdad donde hay contingencia. Aunque es válido, esta operación soslaya que el lector todavía sigue regido por una autonomía temporal y una historia privada que forma su gusto, y que probablemente acuda a un libro no para encontrar retazos de lenguajes mediáticos y actuales, sino para desalienarse de ese imaginario público y pasar a una dimensión en que las palabras significan y resuenan de modo diferente.

Oliverio Coelho. en El país

2 comments:

Carla Valicenti said...

Leo siempre interesante darse una vueltita por aquí, para el debate este último posteo
Besos

Conde de Villafranca said...

Yo creo imprescindible el desarrollo de esta nueva categoría de formación y orientación en la literatura. Si no se corre el riesgo de arrojar por la borda el arte de laa letras, convirtiendo la palabra en un simple transporte (¿camión, vagón ?) para la movilización de ideas (¿Cuales ideas?, ¿Con qué propósito?), y no para ayudar ala evolución humana. Hago un voto lucido y fervoroso por esta nueva profesión "EL CURADOR LITERARIO", desde ya me ofrezco como curador poético. Gracias