Monday, November 06, 2006

Balada del Boludo



De "El Mago" de Isidoro Blaisten




Por mirar el otoño
perdía el tren del verano.
Usaba el corazón en la corbata.
Se subía a una nube
cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo
no mires la lluvia desde arriba
no camines las calles con la cara,
que ensuciás la camisa;
no lleves tu corazón bajo la lluvia,
que se moja;
no des la espalda al llanto
no vayas vestido de ventana
no compres ningún tílburi en desuso.
Mira tu primo el recto
que duerme por las noches.
Mira tu tío el justo
que almuerza y se sonríe.
Mira tu primo el probo
puso un banco en el cielo
tu cuñado el astuto
que ahora alquila la lluvia
tu otro primo el sagaz
que es gerente en la luna.
-Tienes razón,mamá-
dijo el boludo.
Y se bebió una rosa.
-No seré más boludo.
Y se bajó del viento.
-Seré astuto y zahorí.
Y dió vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte.
Y quedaron las gaviotas en el río.
Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
-Eres pobre pero ningún boludo.

2 comments:

Anonymous said...

Madera de balsa
Mi viejo parado frente a la cocina sostiene
sobre la hornalla encendida una sartén
en la que prepara un revuelto de huevos y seso.
Yo me pregunto: ¿Quién tiene hambre esta mañana ?
En un día como el de hoy siento en mi cuerpo
la porosa fragilidad de la madera de balsa.
Las palabras flotan en el aire. Algo ha sido dicho.
Mamita lo dijo. ¿Qué es lo que dijo?
Algo, estoy seguro, relacionado con el dinero.
Quiero ayudarlos. Lo haré si no desayuno.
Mi viejo le da la espalda a la cocina oxidada.
Grita: “Estoy en un pozo”,
Vuelve a gritar: “no me hundás más”.
La luz se filtra a través de la ventana.
Alguien llora.
Lo único que puedo recordar es el olor intenso
Del seso y los huevos quemados en la sartén.
La mañana entera mezclada con otros deshechos
Es arrojada al tacho de la basura.
Minutos más tarde salimos en el auto hacia la quema,
un viaje de unos 15 kms., no nos hablamos en el trayecto.
En los montículos, oscuros, malolientes,
tiramos nuestras cajas y bolsas de basura.
Las ratas chillan, emiten cortos silbidos,
se mueven arrastrando el vientre hinchado
entre los restos de los desperdicios putrefactos.
Volvemos al auto y observamos el fuego, las llamas,
el humo espeso que se adhiere a los charcos negros.
El motor del auto sigue en marcha.
Huelo el aroma del cemento para pegar avioncitos
que ha quedado adherido a la punta de mis dedos.
Él me observa cuando acerco los dedos a mi nariz.
Después mira hacia otro lado, mira hacia el pueblo.
Quiere decir algo pero no puede.
Está a un millón de kilómetros. De distancia.
Los dos estamos muy lejos, y alguien sigue llorando.
En ese momento yo empecé a comprender
cómo es posible estar en un sitio y en otro lugar también.

Raymond Carver

leo said...

Gracias "mejor amigo", no conocia este texto de Carver, que me parece es de una ejecución menos fria pero con un cierre a su estilo