Thursday, April 03, 2008

Narración y recuerdo

me gustaría ser antropófago, no para comer un hombre
sino para poder vomitarlo
Emil Cioran
(Ese maldito yo; editorial Tusquets madrid 2004)


El recuerdo de una historia de vida traumática es un hombre impetuoso que se lleva dentro del cuerpo.

“Me secuestran el 21 de septiembre del 77. Permanezco en la ESMA, en cautiverio, encerrada y torturada. Casi 12 meses ahí y luego trabajos forzados en el Ministerio de Relaciones Exteriores”. Sintetizó Analía el hecho del cual podría “hablar mil horas”, aunque también lo puede cerrar diciendo “Creo que basta con decir que estoy viva, se convive con esa estadía... macabra... toda la vida.”

Esa estadía macabra que padeció junto a otros es una continua arcada en el día a día. "Les hablé del miedo que me provocaba declarar y también de la liberación que significó poder contar las cosas que vi y viví". Esa liberación produce el alivio de haber podido sacar de sí su dolor.
La historia recordada hace construir a la narradora su identidad desde la experiencia institucional al terreno personal. La fuerte ligazón a las circunstancias vividas en un marco que la excede y que siente la necesidad de identificarse en primer instancia con algo que trascienda lo intimo. Para ella su vida no fue más que una historia atomizada del gran escenario de la realidad institucional.

“Al país le pasaron mil cosas en los años subsiguientes, a mi también”. Analía no duda, antepone la situación común-colectiva y luego su vida privada. La referencia esta marcada por sucesos que sufrió el país, así es que se identifica.

Seria importante mostrar el “como” de su proceso por el cual vomita a ese hombre llamado recuerdo que lleva dentro. Hay una frase de Julio Cortazar que dice lo siguiente: “No me acuerdo, cómo podría acordarme de ese dialogo. Pero fue así, lo escribo escuchándolo, o lo invento copiándolo, o lo copio inventándolo.”

Cómo exigir exactitud a una persona detenida y torturada, cómo podría hacer para recordar sino con las palabras de Cortazar. De esa manera Analía cuenta su historia, de esa manera logra contar, luego de mucho tiempo que le era imposible. Y en el contar, encontró un alivio para esa estadía macabra, la transformó sin cambiarla, la cuenta para ayudar, declara en juicios para apuntalar la memoria, se sacó la sensación de arcada de encima pero sin olvidar. Paul Ricouer definió a la narración como algo que no se entiende que es verdaderamente. La narración de ella contiene imágenes, dolores, silencios, miedo. La narración es escuchar, es leer, es conversar. Narrar como emergente de una acumulación de figuras y circunstancias.

Es entonces donde lo dicho por Ricoeur sobre que el sujeto que realizó las acciones, cuando narra su vida aparece como escrito y como lector de su propia vida. Es así que puede contar, y construir la identidad narrativa (verbal) que según nuestro horizonte y el horizonte de mundo del que nos escucha, o en la intersección que sucede entre el horizonte de mundo que tuvimos en un momento y el que tenemos ahora, podemos narrar esos hechos de nuestra vida de una manera diferente.

De esta manera Analía hace el recorrido desde las experiencias vinculadas al estrato Institucional (el gobierno nacional, partidos, sindicatos, elecciones, contexto histórico nacional e internacional, motivos ideológicos). Analía lo muestra en los siguientes hechos donde cuenta su vinculación con el PC, su trabajo cultural y de educación en los barrios, su contacto con la FAR, con la JUP, con el movimiento al socialismo. Hasta llegar a contar sus cuestiones intimas como noviazgo, casamiento, embarazo, sus amigos. El estrato personal (vida privada y familiar, nacimiento, matrimonio, empleos, hijos) esta en estrecho contacto con el anterior, se lo puede evidenciar en la siguiente frase de Analía: La esperanza de la democracia y un embarazo muy deseado para completar la familia. No puede evitar relacionar los hechos que la marcaron con la situación que excede su vida privada.

Los relatos de vida son elaborados en el dialogo de una entrevista (...) son (por lo tanto) productos de narraciones conversacionales (...) se trata de un relato a dos voces, afirma Magdalena Chirico. Define claramente un pasaje de la entrevista con Analía, cuando se la interpeló sobre que no entraba en detalles y solo hablaba de la militancia respondió: es cierto... me preguntaron sobre la historia de mi vida y salió eso. Supongo que en ese entonces se forjó mi personalidad. Trata de encontrarle una respuesta, pero sigue reinterpretando su identidad con cuestiones institucionales, para llegar después a hechos puntuales de su vida personal: le descubrieron un tumor en las mamas, su actitud de enfrentar la enfermedad con el apoyo de la familia. Cuando el velo institucional parecía haberse desvanecido lo retoma, luego de haber superado la enfermedad se piensa mas que nunca como una sobreviviente. Su entrada a la Universidad de la Madres de Plaza de Mayo y las reuniones donde contaban historias de la ESMA. No lo puede evitar sacarse de adentro su historia de vida da como resultado una amalgama de cuestiones sociales y personales, por momentos inseparables.

Una experiencia muy intima se puede descifrar cuando cuenta el momento del juicio a las juntas y que ella no pudo declarar, estaba “aterrada”, la sensación de arcada era más fuerte. Logra hacerlo en España poniendo el acento en la apropiación ilegal de chicos, sus palabras al respeto explican su proceso entre identidad, historia y narración: “eso me ayuda a poder hablar con la gente en general, porque era algo que ocultaba (vio la apropiación de menores), que me costaba blanquear”. Vivirlo es traumático, recordarlo también. Verbalizarlo resulta complejo.

“Ese miedo que tenia yo se relacionaba directamente con lo que le había pasado al país, no solo con mi experiencia”. Su identidad no puede separarla del estrato institucional.
Mi catarsis fue la palabra, nos dice Analía. En el acto de poder exteriorizar esa mezcla de sensaciones hubo también una manera de construir su identidad. La necesidad de contar tenia como reverso la necesidad de escuchar y el proceso de catarsis se canalizo entre todas la mujeres que juntaban a charlar esas situaciones en un libro. Nuevamente arma la historia ligándose a otros en un estrato superior a lo individual. El libro se convirtió en un caja de resonancia, en preguntas de los lectores, en seguir contando, en contactarse con mas personas y concretar aquello de que la historia ni se repita ni se pierda en el olvido. “Todas esas ganas de contar, para aportar a la memoria colectiva, también fueron ganas de escuchar”.

Jorge Luis Borges en su poesía “La Dicha” escribe lo siguiente: “todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno. El que lee mis palabras esta inventándolas.”

Las palabras de Borges parecen una metáfora a la categoría conceptual de Ricouer, la refiguración. En ella el francés dice que es donde a través del acto de la lectura donde se completa la obra. Se interpreta la representación del mundo desde la perspectiva del narrador. El texto no “es” sino que esta “siendo”. Cada vez que se lee un texto se lo esta completando, se lo esta cerrando, empieza el tercer tiempo de la narración. Si vinculamos a Ricouer y Borges con lo dicho por Analía encontramos el hilo conductor. Analía nos dijo lo siguiente: “lo que pasa es que nosotras teníamos un vinculo tácito, el haber sufrido en la carne lo que sufrió toda la sociedad. Y esa necesidad de contarlo. Que increíblemente se convirtió en un libro. (...) hoy nos contacta mucha gente que quiere saber más sobre la experiencia argentina, que nos hace preguntas, que nos felicita por el aporte y está intrigada. Y eso es para nosotras un abrazo.

Quienes escuchan y leen a Analía y sus compañeras están refigurando la historia, están “siendo” ese hecho que no muere, esta inventando las palabras al leerlas. Es la única forma de inventarlas.

También se puede apreciar como arma su identidad nuevamente entrecruzando los estratos de personales e institucionales.

El tiempo se le presenta a los hombres de dos maneras: una como el del pasar de los días, pero por otra parte, la del tiempo de la conciencia, en la que presente, pasado y futuro coinciden cuando la conciencia se tensa en las actitudes de esperar el futuro, atención del presente y memoria del pasado. Es otra de las conclusiones de Ricoeur. Será por eso que se suele planear el pasado, es decir, el futuro. Porque ante una experiencia como la que vivió Analía y que esta tan ligada al marco social los hechos que planeo para su futuro (la carrera a estudiar, las declaraciones, el libro) eran propias de refigurar el pasado. Al pasar por esas situaciones en las que se involucro con otras personas con hechos que iban a quedar en el pasado empezó a darle eterna forma a su identidad.

Luis Alberto Spinetta canta en Cantata de Puentes Amarillos: “aunque me fuercen yo no voy a decir que todo tiempo por pasado es mejor, mañana es mejor”. Y mañana es mejor porque se puede recordar el hoy. Hoy, es cada mañana que vomitamos el recuerdo impetuoso como un hombre que es parte de la representación de la identidad institucional que lleva lo más intimo del individuo que vomita para entender, para inventar y para desahogar, su historia.

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