El futuro no es nuestro selecciona veinte cuentos de escritores latinoamericanos nacidos en la década del setenta, la antología estuvo a cargo de Diego Trelles Paz quien además escribe el prólogo del libro que más allá de dar cuenta del contenido del mismo es una intervención crítica sobre las antologías y el campo literario de la región.
Esta nueva narrativa latinoamericana tiene como uno de los principales y más visibles rasgos, que sin llegar a ser común a los veinte cuentos aparece con frecuencia; el lugar marginal que se le adjudica a la reflexión. Son cuentos que no presentan ningún rasgo ensayístico, que no abordan ninguna especulación ni elaboración de ideas, textos como unidades que no pertenecen (o al menos intentan alejarse) de cierta noción del arte conceptual. No es que los cuentos carezcan de conceptos, sino que son los hechos, las anécdotas, las que concentran y poseen, de manera casi exclusiva y simbólica, el sentido.
Otro de los rasgos que se repite es el trabajo sobre materiales del presente. Acá habría que abrir un paréntesis para decir que también son varios los textos que abordan cuestiones de un pasado no muy lejano y en el que parece haber quedado codificado y latiendo una experiencia vital que aún incide en los personajes. Volviendo al trabajo que se realiza con materiales del presente, aparecen CNN y MTV, Jack Daniel’s y Coca Cola, como marcas temporales, se trabaja sobre nombres propios conocidos como Madonna, Mercury, King, Faulkner, que delimitan y anclan el sentido. El tema de la sexualidad suele asomarse en los textos y siempre como un nudo, como una fuente de conflicto. El tema que más fuertemente atraviesa el libro es la violencia. La violencia pareciera ser para esta selección de escritores latinoamericanos el tema que preocupa y obsesiona. La violencia aparece bajo distintas formas; laboral, sexual, política, etc. Es un punto de contacto con la idea de trabajar sobre el presente, la violencia vendría a ser el eje temático sobre el que se articula y desarrolla una preocupación por el presente de cada territorio al que pertenece el autor. A esta idea de violencia se le asocia un agente; el morbo. Mirones que ante la desgracia ajena narran o son el telón de fondo de una narración.
El registro oral de los cuentos pareciera ser casi una constantes, la utilización de estas voces (que no siempre son necesarias) dan cuenta de un intento por desatar la escritura clásica, intentar astillar a ese típico (y muchas veces elegante) narrador en tercera persona y omnisciente. Al ser el registro oral el más común son los diálogos quienes pierden un poco de terreno. Esto es interesante de pensar en relación a lo siguiente: de la veintena de cuentos que tiene El futuro no es nuestro, la mayor parte está escrita bajo la línea del cuento norteamericano, que de alguna manera, pregona la idea de mostrar y no decir. Entonces acá tenemos una de las razones por las que las especulaciones de la percepción se hacen a un lado, pero al mismo tiempo la tradición del cuento norteamericano da importancia a los diálogos, muchas veces elusivos, muchas veces sin pronunciar la clave que activa al cuento, en estas versiones latinoamericanas de esa tradición lo que se modifica es el lugar del dialogo, es un recurso más pero no define la narración.
El cuento de Oliverio Coelho “Sun Woo” es uno de los puntos más altos del libro, combina narración con elaboración del lenguaje, un cuento que parece viajar de la escritura de Bolaño y ser filtrado por una prosa ajustadamente elegante y lúcida para dar como resultado este cuento donde los placeres sexuales y el extrañamiento juegan con un escritor dandy. Samanta Schweblin ejecuta un cuento en la escuela norteamericana, un cuento elusivo, preciso, dónde todo cumple una función, un cuento que traslada la intriga y la tensión del orden fantástico al del terror sin prescindir de ninguno de los dos. “Camas gemelas” de la boliviana Giovanna Rivero es otro punto alto. “Espinazo de pez” del brasilero Nazarian es otra de las narraciones que tiene, al menos, un mínimo de riesgo formal al escribir con un fraseo corto, seco, minimalista y de carga simbólica. “Hojas de afeitar” de Meruane es otro de los puntos altos, en un pliegue del edificio escolar se oculta un placer tan nuevo para las chicas como erótico. Los dos textos de escritores peruanos, Daniel Alarcón y Santiago Roncagliolo, son narraciones muy sólidas que dan cuenta de la violencia desde escrituras y enfoques totalmente distintos. En el caso de Alarcón se interrumpe el acontecer de los hechos en un momento clave para introducir una digresión que sirve de llave para volver a la historia. Roncagliolo juega con las voces, el narrador en tercera persona deja la voz dentro de una misma frase a los personajes y luego la retoma sin advertencias, sobre el final del cuento un cambio en el punto de vista aumenta la tensión. El cuento de Ariadna Vazques “Naufraga en Naxos” mezcla mitología griega con situaciones punk, es el cuento de mayor riesgo enunciativo, aunque esto no significa que sea por esa razón particularmente interesante. Por último, Slavko Zupcic (que a pesar de su nombre es uruguayo) narra sobre un personaje que intenta escribir sobre su pasado europeo y de esa manera, también, poder recuperar aquellos huecos de su historia, el personaje se convierte casi en un detective de su pasado.
Uno de los interrogantes que puede disparar El futuro no es nuestro, en cada ciudad donde sea leído, es cómo se inserta la literatura (en este caso) argentina y contemporánea en el mapa de una región mayor. En principio seria suficiente con decir que hay un puñado de escritores que mantienen una preocupación por el lenguaje y las formas que logran mantener vital a la literatura argentina. Lo cierto es que según el recorrido de textos que se haga sobre la producción nacional reciente es si se encuentran más coincidencias o menos puntos de contacto con las narraciones que el libro selecciona de los países latinoamericanos. No está mal pensar que tanto el texto de Coelho como el de Schweblin (los dos elementos argentinos de la antología) sintonizan por distintas razones con la textura general del libro. Tal vez el mayor rasgo (más allá de los recursos formales) que pone en conexión a la literatura argentina con la de
Todos los cuentos están perfectamente ejecutados y poseen una escritura sólida. La antología es pareja, aunque tiene algunos puntos altos que dejan en segundo plano al resto. Una premisa o tendencia que se podría decir a partir de la lectura de El futuro no es nuestro, es que el riesgo de la escritura por inaugurar nuevos sentidos es una apuesta al nivel temático sin asumir mayores riesgos formales. Volver al futuro significa volver a pensar el futuro, volver a poner en crisis ciertas estéticas e intentar abrir el horizonte de nuevos contenidos y, sobre todo, nuevos modos.
4 comments:
Hola Leonardo
Andando de paseo por la red, buscando contadores de cuentos para aprender y compartir, me encontré con tu "Cuentas del Collar". Felicitaciones por tu espacio. Un saludo desde Mérida-Venezuela. Jabier.
Gracias!
Se agradece la lectura y el análisis de los relatos. Reciba mis cordiales saludos, Leonardo.
Desde NY,
D.
Qué bueno que pudiste leer el texto.
Gracias por pasar.
Saludo sin futuro desde BA
Post a Comment