Frio en Alaska de Matías Capelli posee una prosa rápida y liviana, una escritura suelta que oscila, por momentos, entre la frialdad de Houellebecq y la narrativa de Bolaño. La escritura de Capelli es más luminosa que la del francés y el chileno, parece renovada y fresca.
En el primero de los cuatro relatos que integran el libro, y que hasta pueden dar la impresión de novela fragmentada, tiene algo de Fogwill en el sentido que incorpora precios y valores en libras, así también suma algunas marcas, gesto que se ve solo en ese primer texto y que esta bien administrado. Es el reato donde se presenta y configura al noruego Lekman, el denominador común del las cuatro partes.
Probablemente el segundo texto Solo estas sangrando sea el más interesante en su estrategia narrativa. El dispositivo por el cual se cuenta es la segunda persona del singular tu/vos. “por teléfono habla igual. Dos semana atrás te llamó, así, de la nada, y hoy es el día de la madre y vas a volver a verla después de dos años.” A partir de este rasgo crea un relato sobre la visita a la casa de la madre, donde también vive su hermana, la nueva pareja y sus hijas. Por momentos podría ser el mismo personaje que se habla así mismo, por otros alguien que trata de recordarle lo que hizo.
El tercer y cuarto relato son los más complejos, los que requieren un mayor trabajo de lectura. Están armados a través de la superposición de planos oníricos con los de la vigilia. Signados por una buena dosis de misterio y desconcierto. A propósito del último texto, la contratapa del libro dice: “Relato donde las imágenes, como en un caleidoscopio, se desarman imprevisiblemente para conformar cada vez una nueva escena”.
Frio en Alaska, es un libro que en sus cuatro relatos parece interrumpir el flujo de sentido en la vida de Lekman, cuatro momentos donde Lekman ve alterado el registro cotidiano, donde se superponen el sueño y los recuerdos con el plano real. Relatos donde el personaje sale a la calle, donde es el exterior uno de los rasgos que ponen a prueba a Lekman (ir a hacer las compras, ir al cementerio, salir a un teléfono público).
En el primero de los cuatro relatos que integran el libro, y que hasta pueden dar la impresión de novela fragmentada, tiene algo de Fogwill en el sentido que incorpora precios y valores en libras, así también suma algunas marcas, gesto que se ve solo en ese primer texto y que esta bien administrado. Es el reato donde se presenta y configura al noruego Lekman, el denominador común del las cuatro partes.
Probablemente el segundo texto Solo estas sangrando sea el más interesante en su estrategia narrativa. El dispositivo por el cual se cuenta es la segunda persona del singular tu/vos. “por teléfono habla igual. Dos semana atrás te llamó, así, de la nada, y hoy es el día de la madre y vas a volver a verla después de dos años.” A partir de este rasgo crea un relato sobre la visita a la casa de la madre, donde también vive su hermana, la nueva pareja y sus hijas. Por momentos podría ser el mismo personaje que se habla así mismo, por otros alguien que trata de recordarle lo que hizo.
El tercer y cuarto relato son los más complejos, los que requieren un mayor trabajo de lectura. Están armados a través de la superposición de planos oníricos con los de la vigilia. Signados por una buena dosis de misterio y desconcierto. A propósito del último texto, la contratapa del libro dice: “Relato donde las imágenes, como en un caleidoscopio, se desarman imprevisiblemente para conformar cada vez una nueva escena”.
Frio en Alaska, es un libro que en sus cuatro relatos parece interrumpir el flujo de sentido en la vida de Lekman, cuatro momentos donde Lekman ve alterado el registro cotidiano, donde se superponen el sueño y los recuerdos con el plano real. Relatos donde el personaje sale a la calle, donde es el exterior uno de los rasgos que ponen a prueba a Lekman (ir a hacer las compras, ir al cementerio, salir a un teléfono público).
La escritura de Matias Capelli genera un efecto actual, una escritura que tiene entre sus virtudes es actualizar la manera de contar, de mostrar y no decir. Relatos un tanto nebulosos en sus historias pero despejados en su escritura.
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